jueves, 29 de enero de 2009

Arica jamás perteneció a Bolivia

Arica jamás perteneció a Bolivia

Por Alfonso Benavides Correa

Los únicos puertos que Bolivia tuvo en el Pacífico fueron, en virtud del Decreto de Bolívar del 28 de diciembre de 1825, Tocopilla, Cobija, Mejillones y Antofagasta.

Son los que figuran en el croquis inserto en Guano, Salitre y Sangre de Roberto Querejazu Calvo.

Por ello, infructuosamente, Antonio José de Sucre le pidió a Bolívar, por cartas que le remitió desde Chuquisaca el 27 de enero y el 28 de febrero de 1826, que intercediera ante el Congreso el Perú para que le cediera Arica a Bolivia no obstante que, por carta del 2 de febrero de 1825, en clara exposición de la política bolivariana frente a las provincias altoperuanas, el Libertador le había expresado: “Ni usted, ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América”.

Por ello –porque, según palabras de Bolívar, “los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales, o presidencias como la de Chile”- los pactos de Federación y Límites que firmó el plenipotenciario colombiano Ignacio Ortiz de Zevallos en Chuquisaca el 15 de noviembre de 1826 con el ministro de RR.EE., de Bolivia Facundo Infante y el vocal de la Corte Suprema de Justicia Manuel María Urcullu, cediéndole a Bolivia “el puerto de Arica, y los demás comprendidos desde el grado 18 hasta el 21 y todo el territorio perteneciente a la provincia de Tacna y demás pueblos situados al Sur de esta línea” (según aparece en el p. 160 y siguientes, del tomo segundo de la Colección de Tratados por Ricardo Aranda), fueron rechazados por el Consejo de Gobierno y por el Congreso del Perú que, por haberse extralimitado Ortiz de Zevallos en el ejercicio de las atribuciones que se le confirieron, no
admitió “la desmembración de una parte preciosa del Perú”.

No es posible olvidar ni la nota de 18 de diciembre de 1826 suscrita por José María Pando manifestándole al citado ministro plenipotenciario del Perú en Bolivia “que no puede ocultarse que las estipulaciones del tratado de límites son exclusivamente ventajosas para Bolivia” y que “el gobierno no puede retrogradar en esta materia sin faltar esencialmente a sus deberes y cargarse con una responsabilidad muy grave”; ni que la negativa peruana a cederle Arica a Bolivia no fue vencida ni en los días de la Confederación ni cuando, como recuerda Mario Barros en la p. 148 de su Historia Diplomática de Chile, el general José Ballivián, en 1847, después que el 31 de enero de 1842 Chile declaró de propiedad de Estado todas las covaderas que quedaban al sur del paralelo 23, dijo que “creía que el guano era transitorio y que la verdadera política de su patria era lograr, por medios pacíficos o violentos, la posesión de la provincia peruana
de Moquegua cuyo puerto principal –Arica- estimaba como naturalmente boliviano”.

Esta fue la razón, LA RAZON DE QUE ARICA JAMAS PERTENECIO A BOLIVIA, por la que el Perú consideró totalmente infundada y abiertamente inamistosa la Declaración que, con fecha 1 de agosto de 1929, hizo circular el Ministerio de RR.EE. de Bolivia con el título de “La reintegración marítima de Bolivia: reservas de su Cancillería al tratado chileno-peruano sobre la soberanía de Tacna y Arica”.

En tal Circular (editada en folleto en La Paz) arremetió la Cancillería boliviana contra la cláusula primera del inseparable Protocolo Complementario del Tratado de Paz y Amistad celebrado el 3 de junio de 1929 por las Repúblicas de Perú y Chile.

No enfiló su ataque Bolivia contra el Tratado que celebró en 1904 con Chile, por el cual perdió toda su costa sobre el Océano Pacífico, porque, en adición a un grave incidente con los paraguayos por la posesión del Chaco en 1902 y a la desinteligencia con el Perú –sometida a arbitraje- por las decisiones bolivianas que éste reputó violatorias del statu quo establecido por el Tratado Ribeyro-Benavente de 5 de noviembre de 1863, la Cancillería de Sucre se encontró ese año con litigios de frontera en el territorio del Acre con Brasil y en Santa Cruz de la Sierra con la Argentina.

Sobre el contradictorio aserto de que, como consecuencia de la guerra, quedaron en posesión de Chile los territorios de Tacna y Arica “sin soberanía definida” y que cuando el Perú y Chile concluyeron el Tratado del 3 de junio de 1929 no sólo “limitaron recíprocamente sus soberanías” y pactaron “un condominio imperfecto en ambos territorios” sino que desapareció “el obstáculo de la indivisión y la falta de una soberanía definitiva”; atacó Bolivia el Tratado y su Protocolo Complementario “considerándose en todo momento parte principal en la liquidación de la contienda” y afirmando con manifiesta inexactitud haber abierto diversas negociaciones diplomáticas “para resolver su soberanía marítima por Arica”.

La Cancillería de La Paz, amnésica, olvidó no solamente que Bolivia no podía invocar ningún título histórico de soberanía ni en Tacna ni en Arica sino que olvidó igualmente: a) Que, a la nota que el 12 de diciembre de 1921 le envió al gobierno chileno expresándole que sobre la solución de la tenencia de Tacna y Arica existían grandes expectativas en el Altiplano de que dicha zona le ofreciera una salida al mar y proponiéndole una conferencia cuatripartita de Bolivia y Chile con el Perú y EEUU., el 21 del mismo mes y año el gobierno chileno se negó a aceptar dicha tercería boliviana manifestándole que “todo acto de Bolivia encaminado a mezclarse en esta divergencia entraña una intromisión ajena a los usos diplomáticos y contraria a las buenas relaciones entre nuestros países”; b) que, cuando el presidente de Bolivia le envió una nota el 21 de enero de 1922 al presidente de los EEUU. de América solicitándole que presionara al
Perú y Chile para dejar oír la voz de Bolivia en las conversaciones de Washington, Warren Harding le contestó a Bautista Saavedra que carecía de atribuciones para concederle participación en dichas conferencias que incidían en la búsqueda de un acuerdo exclusivamente bilateral entre el Perú y Chile; c) que, cuando Saavedra le cursó una nota común a las delegaciones del Perú y Chile en Washington, Carlos Aldunate Solar respondió que no podía transmitirle a su gobierno el petitorio boliviano por ser éste extraño a la misión que se le había confiado y, por su parte, Melitón F. Porras sumó a su negativa a la impertinente intromisión boliviana en el conflicto las siguientes expresivas palabras: “Me parece un tanto injusta la afirmación de que el Tratado de Ancón determinó la pérdida del litoral boliviano porque esto equivale a decir que Bolivia perdió la guerra porque el Perú salió en su defensa. Es punto generalmente sabido, por
otra parte, que si el Tratado de Ancón no hubiese existido, la suerte del litoral boliviano no habría sido distinta de la actual”.

Sólo repugnancia pueden provocar las atroces revelaciones –que naturalmente no estigmatizan a ilustres y respetables chilenos y bolivianos que, con verdaderos escrúpulos de conciencia, reprobaron los desdorosos planes a que se refirieron- de Gabriel René Moreno en Daza y las Bases Chilenas de 1879 (Ed. Universo, La Paz, 1938) y Luis Salinas Vega en Mi Defensa (Tip. Andrés Freyre, Tacna, 1881).

En éste corren los dos siguientes documentos, sobre el tenebroso plan de rectificación de fronteras en las costas del Pacífico que –fuera del camino del honor y la dignidad- le diese a Bolivia territorios peruanos más accesibles al mar desde la altiplanicie y a Chile todo el territorio boliviano comprendido entre los paralelos 23 y 24, que le entregó el canciller de Chile Domingo Santa María a Gabriel René Moreno, en el entendido de que para Chile la mejor manera de asegurar la tenencia de Tarapacá contra una futura acción reivindicatoria del Perú era colocar a Bolivia como “país parachoque” en Tacna y Arica:

“CREDENCIAL. Santiago, 29 de mayo de 1879. Al señor Gabriel René Moreno. Interesado el Gobierno de Chile en poner término a la guerra que sostiene contra Bolivia, mira con placer la buena disposición de usted para coadyuvar a la consecución de este deseo.- En consecuencia, el Gobierno de Chile verá con satisfacción que usted se acerque al excelentísimo presidente de Bolivia y le signifique nuestros sentimientos a este respecto.- Mi Gobierno espera que el de Bolivia, escuchará con benevolencia cuanto usted le exponga en este sentido, y en conformidad con lo que usted ha expresado en nuestras conferencias verbales.- La palabra de usted contará en su abono con sus antecedentes personales y la presente nota.- Dando a usted mis agradecimientos por el noble espíritu que lo anima, me ofrezco de usted atento servidor.
Domingo Santa María.

“Bases:

Se reanudan las amistosas relaciones que siempre han existido entre Chile y Bolivia y que sólo se han interrumpido desde febrero del presente año. En consecuencia, cesa la guerra entre las dos repúblicas y los ejércitos de ambas se considerarán en adelante como aliados en la guerra contra el Perú.
En testimonio de que desaparecen, desde luego, todos los motivos de desavenencia entre Chile y Bolivia, se declara por ésta última que reconoce como de la exclusiva propiedad de Chile todo el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24, que ha sido el que mutuamente se han disputado.

Como la República de Bolivia ha menester de una parte del territorio peruano para regularizar el suyo y proporcionarse una comunicación fácil con el Pacífico, de que carece al presente, sin quedar sometida a las trabas que le ha impuesto siempre el gobierno peruano, Chile no embarazará la adquisición de esa parte de territorio, ni se opondrá a su ocupación definitiva por parte de Bolivia, sino que, por el contrario, le prestará la más eficaz ayuda.
La ayuda de Chile a Bolivia consistirá, mientras dure la guerra actual con el Perú, en proporcionar armas, dinero y demás elementos necesarios para la mejor organización y servicio de su ejército.

Vencido el Perú y llegado el momento de estipular la paz, no podrá ella efectuarse por parte de Chile mientras que el Perú no la celebre, igualmente con Bolivia, en cuyo caso Chile respetará todas las concesiones territoriales que el Perú haga a Bolivia o ésta imponga a aquél. Tampoco podrá Bolivia celebrar la paz sin la anuencia y la intervención de Chile.

Celebrada la paz, Chile dejará a Bolivia todo el armamento que estime necesario para el servicio de su ejército y para mantener en seguridad el territorio que le haya cedido el Perú o que haya obtenido de éste por la ocupación, sin que le haga cargo alguno por las cantidades de dinero que haya podido facilitarse durante la guerra, las que jamás excederán de seiscientos mil pesos.

Queda desde ahora establecido que la indemnización de guerra que el Perú haya podido pagar a Chile habrá de garantizarse, precisamente, atenta a la situación financiera del Perú y su informalidad en los compromisos, con la explotación de los salitres del departamento de Tarapacá y los guanos y demás sustancias que en el mismo puedan encontrarse. Una convención especial arreglará este asunto. Iguales convenciones se celebrarán sobre los demás puntos que sea necesario esclarecer y completar”.

No fue éste el único documento.

Otro fue el Memorándum que Eusebio Lillo le entregó a Mariano Baptista, en los primeros días de diciembre de 1881, en la misión secreta que lo llevó a Tacna y en el que en 1884 se inspiraron las fracasadas misiones de Belisario Salinas y Eliodoro Camacho al Perú, orientadas a convencer a los generales Cáceres e Iglesias de que finalizaran la guerra civil en que se hallaban enfrentados y aceptasen la modificación del Tratado de Ancón a fin de que, con compensación pecuniaria, Tacna y Arica pasasen al dominio de Bolivia; y, en enero del año siguiente, la misión diplomática de Aniceto Arce en Santiago, como enviado especial del Gobierno de Bolivia presidido por Gregorio Pacheco, para “procurar una solución definitiva en la cuestión territorial que viene sustentando la política chilena, bajo la faz de rectificación de fronteras” y, en desahuciada proposición como es de verse en las Páginas Diplomáticas de Javier Vial Solar publicadas
en 1900 en Santiago, celebrar “un tratado de paz y amistad que comprenda la condición esencial del canje de territorio del departamento del litoral boliviano por el de Tacna y Arica”.

Dicho Memorándum, que según Querejazu en su ob. cit. se conserva en el legajo de papeles del entonces ministro de RR.EE. de Bolivia Pedro José Zilveti en la Sociedad Geográfica e Histórica de Sucre, dice así:

MEMORANDUM DE BASES PARA UN ARREGLO DE PAZ DEFINITIVO CON CHILE

“Ocupando Chile los territorios de Tacna y Arica, hallándose en situación de ampliar esa ocupación inmediatamente y sin inconveniente alguno hasta la quebrada de Ilo, la base de arreglo con Bolivia sería una rectificación de fronteras que satisfaga la antigua aspiración de la nación boliviana, de extender su dominio a esos territorios, teniendo en Arica su puerto de salida al Pacífico”.

“Si la seguridad de Bolivia exigiese mayor ocupación de territorio hacia el norte y oriente, Chile se obligaría a operar, en unión de fuerzas bolivianas, sobre esos territorios, estableciéndose en ellos el dominio de Bolivia. De esta manera, Bolivia podrá navegar en aguas propias toda la parte traficada del lago Titicaca”.

“La cesión a Bolivia de los territorios de Tacna, Arica y Moquegua, sería en compensación de la cesión que para continuar su territorio hasta Camarones, necesita Chile del litoral boliviano que se extiende al sur del Loa, sin que figure en la tal operación ninguna compensación por gastos de guerra”.

“Chile se obliga a dar libre tránsito, a perpetuidad, por todos sus puertos desde Camarones hasta el grado 24, al comercio boliviano, tanto de internación como de exportación. En los puertos bolivianos y en los chilenos, se internarán libres de todo gravamen los productos de uno y otro país”.

“Chile se comprometería a establecer una línea férrea que, partiendo de Iquique, Mejillones o Antofagasta, busque la altiplanicie boliviana, para servir los intereses comerciales e industriales del sur de Bolivia. Prestaría igualmente el apoyo de su crédito al establecimiento de otra línea férrea que, partiendo de Arica, fuese a servir los intereses de los departamentos bolivianos del norte”.

“El tratado de paz que se celebrase ligaría de tal manera a uno y otro país, en el presente y en el porvenir, que podrían unificarse no solamente sus intereses comerciales e industriales, sino, también, en lo que fuera posible, sus intereses políticos, para prestarse apoyo en cualquier emergencia internacional” .

“Como paso previo para discutir y arribar al tratado definitivo podría estipularse entre ambos países una tregua que, en caso de no pactarse la paz, no podría suspenderse sino después de cuatro meses de rotas las conferencias” .

“Hay otros puntos de detalle y cuestiones accesorias de un tratado de paz que sería muy fácil resolver sin tropiezo alguno por los plenipotenciarios debidamente autorizados por los respectivos gobiernos”.

Parece innecesario agregar: 1) que la política de Santa María respecto a la cesión a Bolivia de los territorios de Moquegua, Tacna y Arica fue variada radicalmente al asumir la presidencia de Chile José Manuel Balmaceda para quien, repitiendo palabras de Querejazu en la p. 709 de su ob. cit., “Tacna y Arica no debían servir de anzuelo destinado a pescar una dudosa amistad boliviana sino como puntos avanzados del territorio chileno, en los cuales se afianzase y fortificase su soberanía, a fin de hacerlos servir de baluarte contra propósitos revanchistas del Perú”, 2) que después, en mayo de 1895, cuando Bolivia y Chile firmaron los pactos secretos de Paz y Amistad y de Transferencia de Territorios, el Congreso boliviano no hizo oposición a los tratados sino al hecho que, siendo separados, Chile pudiera conferirle validez a uno, para apoderarse del litoral boliviano, y negársela al otro más adelante para frustrar la transferencia de Tacna y
Arica a Bolivia; 3) que el Congreso de Chile no le brindó su aprobación al Protocolo Cano-Matta de 9 de diciembre de 1895 que, con la aprobación del Congreso de Bolivia, aprobó en conjunto, como estipulaciones recíprocas e integrantes las unas de las otras, los tratados de Paz y de Transferencia de Territorios concertados en Santiago el 18 de mayo de 1895; 4) que más adelante se ajustó el Tratado de Paz y Amistad de 20 de octubre de 1904, con su Acta Secreta Complementaria, poco después del abrazo en el Estrecho de Magallanes, el 12 de febrero de 1899, entre los presidentes de Argentina Julio A. Roca y de Chile Federico Errázuriz Echaurren así como de la estocada de Abraham Koning al canciller Eliodoro Villazón el 13 de agosto de 1900 en que fue preciso al expresarle que, “siendo cosa sabida y entendida que Bolivia no pretende zona ni puerto en el territorio de su antiguo litoral”, “que una salida al Pacífico que produjera una
solución de continuidad en el mismo territorio chileno es inaceptable por su propia naturaleza” y que tampoco Chile podría ceder Tacna y Arica a Bolivia, como se ofreció en los tratados de 1895, porque no había podido obtener todavía dominio permanente sobre esos territorios, “menester es declarar que Bolivia no debe contar con la transferencia de los territorios de Tacna y Arica, aunque el plebiscito sea favorable a Chile”; y 5) que el mismo 20 de octubre de 1904, se suscribió y protocolizó un Acta Secreta Complementaria del Tratado que, sin ninguna promesa chilena de puerto para Bolivia, fue redactada en los siguientes términos:

“En Santiago, a 20 días del mes de octubre de 1904, reunidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile don Alberto Gutiérrez, y el ministro del ramo, don Emilio Bello Codesido, con el objeto principal de suscribir el Tratado de Paz y Amistad, concluido en esa misma fecha, el representante de Bolivia expuso: Que, de acuerdo con el espíritu que ha guiado a los gobiernos de Bolivia y Chile a celebrar el referido pacto, e interpretando los propósitos de cordialidad y de armonía manifestados por sus gobiernos en el curso de las negociaciones que acaban de terminar, Bolivia empeñará todos sus esfuerzos, ya sea conjunta o separadamente con Chile, para que los territorios de Tacna y Arica se incorporen definitivamente al territorio chileno.- Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores expresó que, de acuerdo con su gobierno, consideraba que los intereses comunes de Chile y de Bolivia establecían entre ambas repúblicas el compromiso de
unir su acción y sus esfuerzos en el sentido de hacer definitivo el dominio de Chile en los territorios de Tacna y Arica.- Agregó que, en reciprocidad, Chile presentaría a Bolivia su apoyo diplomático en favor de los derechos de Bolivia sobre el territorio que actualmente ocupa, si llegase a serle disputado por otra nación vecina, ofreciendo su mediación, los buenos oficios u otro recurso amistoso”.

El Acta Secreta no fue sometida a la consideración del Congreso de Bolivia. Como “un deber doloroso y sin gloria”, según palabras del presidente Ismael Montes, el Tratado sí que, al cabo de varias semanas de ardoroso debate, con 30 votos en contra, fue aprobado por 42, mereciendo de Daniel Sánchez Bustamante la siguiente apreciación en su libro Bolivia, su estructura y sus derechos en el Pacífico, que vio la luz en La Paz el año 1919: “El tratado de 1904 no fue la obra de un negociador aislado, ni de un momento infeliz de nuestra diplomacia. Fue el nudo en que se recogieron sucesos adversos, desengaños repetidos, precipitaciones angustiosas, necesidades urgentes, ilusiones muertas”.
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* Por la patria libre, la justicia social y la paz, Alfonso Benavides Correa, pp. 90-97.

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